CAFAYATE-POR ERNESTO BISCEGLIA.- ¿Los brutos tienen alma?, o más bien, primero habría que preguntarse qué es un bruto, y más profundo incluso, quién puede resultar un bruto. ¿Acaso el noble animal de carga que sirve a la sociedad? O el bruto que sangra a la sociedad desde el cargo al que fue elevado?
Diremos en beneficio de los nobles animales que efectivamente, y según lo definiera el Maestro Aristóteles, estos poseen un alma sensitiva relacionada con la percepción sensorial más primaria, como permitirles la locomoción y el goce instintivo. Lo mismo que algunos funcionarios, lo cual se comprueba ante el hecho de que carecen de toda sensibilidad social y sólo ajustan sus conductas a la satisfacción de su propio ser y sus congéneres.
Pero, distingamos esta «quaestio» del «Alma de los brutos? ¡Ah, claro! Esa misteriosa sustancia que algunos insisten en buscar en los rincones más recónditos de la anatomía de aquellos a los que etiquetan como «brutos». ¿Pero de verdad creemos que los brutos tienen alma? O mejor aún, ¿creemos realmente que el alma se puede clasificar en función de la inteligencia?
Obviamente que la discusión es más profunda que el acápite sugerido «ut supra», y lo primero que debemos hacer es definir qué entendemos por «brutos». ¿Acaso nos referimos a esos seres que no pronuncian una sílaba de francés mientras sostienen una copa de vino? ¿O quizás nos referimos a aquellos que tienen dificultades para entender el complicado argumento de una película de arte? Ah, sí, esos «brutos» que nos hacen cuestionar la existencia misma de la inteligencia en su estado más puro cuando confunden al escribir la letra «y» con la «ll», u omiten la «h» porque carece de entidad onomatopéyica.
Pero ¿y si afirmamos que ciertamente los brutos tienen alma? Dirá entonces el lector avisado: «¡Pero si son tan… brutos!» Sin embargo, pongamos un poco de perspectiva en este asunto. ¿Quiénes somos nosotros para juzgar la profundidad de un alma basándonos en criterios tan mundanos como la capacidad de resolver ecuaciones diferenciales o recitar a Shakespeare de memoria? ¿Cómo podemos trazar de brutos al que confunde una invitación formal con una carta documento?
Pero, imaginaos por un momento que el alma es como una bolsa de papas fritas. ¿Acaso una bolsa llena de papas fritas es menos valiosa que una bolsa llena de trufas? -más allá de la cantidad de aire que contenga, claro-, ¡Por supuesto que no! Ambas son igualmente deliciosas en su propio contexto. De la misma manera, el alma de un bruto podría ser tan compleja y rica como la de cualquier otro ser humano, solo que está imbuida de una especie de… simplicidad encantadora.
Claro, aún con esta mirada teñida de piedad cristiana, nadie en su sano juicio pondría a Platero, suave y peludo, al frente de un municipio pudiendo votar al Sancho Panza que por lo menos ya tenía alguna experiencia política en la Ínsula Barataria.
Pero, esperad, ¿Qué hay de la ciencia? Bueno, la ciencia nos dirá muchas cosas, pero dudo mucho que tenga un medidor de almas para los brutos en su laboratorio. La inteligencia, como tantas otras cosas, es una cualidad subjetiva que varía dependiendo de quién la mida y en qué contexto. ¿Y qué pasa con el corazón? ¿Dónde queda el famoso dicho de que «lo importante es lo que llevamos dentro»? ¿Acaso el alma no cuenta como parte de ese «dentro»?
Así que, caros lectores, la próxima vez que se encuentren frente a alguien a quien etiquetan como un «bruto», recuerden que quizás estén subestimando la profundidad de su ser. El alma de los brutos puede ser tan rica, compleja y sorprendente como cualquier otra. Y si no creéis este aserto, daos una vuelta por un bar cualquiera donde se tribute al Gallo de Esculapio y escuchad las conversaciones más tontas y, sin embargo, más humanas que puedan imaginar. Ahí, justo ahí, encontrarán el alma de los brutos brillando con todo su esplendor.
Direis…, y al final, esta aventura literaria, este ejercicio mental ¿Nos ha servido para algo? Bueno, quizás para nada en absoluto. Pero al menos hemos tenido la oportunidad de reflexionar sobre la complejidad del ser humano, sea cual sea su nivel de inteligencia, pero a la vez nos haya servido quizàs para reflexionar sobre el siguiente asunto:
Cuando votais a un bruto… ¿Es su culpa comportarse como un bruto?
O ¿Acaso los brutos habeis sido vosotros en votarlos?
¡Voto a Jùpiter!